La naciente ciudad estado es gobernada por un rey (rex) elegido por un
consejo de ancianos (senatus). Los reyes míticos o semi-míticos son (en
orden cronológico): Rómulo, Numa Pompilio, Tulio Hostilio, Anco Marcio,
Lucio Tarquinio Prisco, Servio Tulio y Lucio Tarquinio el Soberbio. El
último de ellos, Lucio Tarquinio el Soberbio, fue derrocado en el año
509 a. C. cuando la República fue establecida.
La República fue establecida el año 509 a. C., según los últimos
escritos de Tito Livio, cuando el rey fue desterrado, y un sistema de
cónsules fue colocado en su lugar. Los cónsules, al principio patricios
pero más tarde plebeyos también, eran oficiales electos que ejercían la
autoridad ejecutiva, pero tuvieron que luchar contra el senado romano,
que creció en tamaño y poder con el establecimiento de la República. En
este periodo se fraguarían sus instituciones más características: el
senado, las diversas magistraturas, y el ejército. Una nueva
Constitución estableció un conjunto de instituciones de control así como
una clara separación de los poderes.
Los romanos sometieron gradualmente a los ocupantes de la península
itálica, la mayoría emparentadas con las tribus itálicas (de origen
indoeuropeo; como los samnitas) pero también etruscos. La última amenaza
a la hegemonía de Roma en Italia llegó cuando Tarento, una gran colonia
griega, ayudó a Pirro de Epiro en 282 a. C.
En la última mitad del siglo III a. C., Roma se enfrentó con Cartago en
las dos primeras Guerras Púnicas, conquistando Sicilia e Iberia. Después
de derrotar a Macedonia y al Imperio seléucida en el siglo II a. C., el
naciente estado logra una enorme expansión tanto política como
económica, extendiéndose por todo el Mediterráneo.
El vencedor ulterior de todas estas guerras civiles, César Augusto,
abolirá de facto la República y consolidará un gobierno unipersonal y
centralizado de todo el territorio, conocido como Imperio Romano. A
partir de este momento, la estabilidad política del Imperio quedará
ligada al carácter de los emperadores que sucederán a Augusto,
alternándose los periodos de paz y prosperidad con las épocas de crisis.
Augusto,
que inaugura la dinastía Julio-Claudia, representa el periodo de máximo
esplendor del Imperio Romano. A esta dinastía, terminada en el año 68
por el infausto Nerón le seguirá el periodo de inestabilidad conocido
como el año de los cuatro emperadores, donde se impondrá Vespasiano, que
inaugurará la dinastía Flavia, de origen no patricio. Les seguirán del
año 96 al 180 los llamados "cinco emperadores buenos" (Nerva, Trajano,
Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio), en la considerada "edad de
plata" del Imperio.
El Imperio romano de Oriente fue muy rico y avanzado culturalmente y sobrevivió durante aproximadamente mil años más.
Constantino también institucionalizará el cristianismo, al hacerlo religión oficial del Imperio.
Las invasiones bárbaras pondrán la puntilla a un moribundo Imperio
Occidental, dando paso a la Edad Media. El último emperador de
Occidente, Rómulo Augústulo, será depuesto en el 476 por Odoacro, un
hérulo. El Imperio romano de Oriente (Posteriormente denominado Imperio
bizantino por el historiador Hieronymus Wolf en el siglo XVI) proseguirá
su existencia hasta la caída de Constantinopla en el año 1453.
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